martes, 26 de agosto de 2008

Sin saber por qué empecé

Dos días de sentimientos encontrados.
Ayer tranquilidad, lágrimas, alegría, tristeza. Hoy risa plena y enojo sin reservas. Y así, me encuentro siendo la protagonista de un cuento de hadas, la víctima de una película de terror y la malvada madrastra de Blancanieves. Saltando en todos esos roles con la misma facilidad con la que olvido dónde "guardé" las llaves.
Estas líneas son escritas con el rencor que me quedó de aquella pelea, pero no voy a escribir sobre eso, porque justamente si escribo es para aquietar las aguas turbias.
Quiera o no el escribir es liberador; y las buenas compañías, los reencuentros esperados y las charlas deseadas también ayudan. ¡Y cómo!
Creo que son la justificación a estos altibajos, y la razón por la que en la mayor parte del tiempo el estado de ánimo no coincide con la situación vivida.
Será que ahogo pensamientos.
No, me corrijo, no los ahogo, sino que elevo los que deben ser enaltecidos.
Sí, es eso.
Ahora, con la cabeza despejada y el corazón calmo evalúo nuevamente la situación… ¿Qué me llevó a decir esto?

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